martes, 11 de diciembre de 2007

Pequeña introducción de la historia del Bateo de Oro Deportivo

"Todo comenzó una fría mañana de enero de 1848, en un riachuelo perdido del norte de California con un nombre grandilocuente, América. Por pura casualidad un leñador llamado James Marshall encontró una pepita de oro. No era la primera que aparecía en la zona, pero una serie de circunstancias transformaron esta anécdota en el desencadenante de una de las mayores estampidas humanas de la era moderna y la aparición de una nueva enfermedad: La fiebre del oro. Sólo durante los dos primeros años, más de doscientas cincuenta mil personas lo dejaron todo para llegar hasta este nuevo territorio de Estados Unidos, sufriendo infinitas calamidades y desastres.

El tren todavía no había llegado a la Costa Oeste y tampoco se había construido el Canal de Panamá. Muy pocos fueron los que se hicieron millonarios, pero la riada humana no se detuvo. Cuando se acabó el oro fácil de California, subieron hasta Nebraska. En 1864 fue a probar suerte un periodista llamado Samuel Clemens. Como tantos otros, no encontró oro pero sí docenas de historias que rápidamente se pondría a escribir. Muy pronto, por todo América y gran parte de Europa se conocerían gracias a Mark Twain —su nombre literario— las aventuras de estos hombres y mujeres que abrieron el camino a un nuevo mundo.

Y así comenzó la leyenda del buscador de oro, uno de esos personajes irresistiblemente románticos que seguiría atrayendo durante años a jóvenes de todo el planeta. En la década de los 80, se dirigían a Sudáfrica, donde se había encontrado el precioso metal en Barberton. También a Australia, aunque todavía habría que esperar a finales del siglo XIX para vivir la gran epopeya de esta insólita enfermedad, en el Yukón canadiense. El periodista Jack London fue uno de los afectados por esta extraña fiebre. Tampoco se haría rico, pero sus novelas basadas en sus propias experiencias y en la gente que conoció allí, son todavía la mayor inspiración para los nuevos buscadores de oro.

ESPÍRITU DEPORTIVO. Aún durante el siglo XX hubo algunos brotes de fiebre del oro. El más importante fue quizás el que se produjo en el norte de Finlandia después de la II Guerra Mundial. Pero poco a poco los síntomas fueron desapareciendo para transformarse en algo distinto, un curioso deporte. A partir de los años 70, grupos de nostálgicos comenzaron a buscar oro en los ríos, como lo habían hecho aquellos aventureros pero sin pretender hacerse millonarios.

Volvían a los territorios de aquellas novelas que habían leído y donde todavía se podía encontrar alguna pepita o por lo menos revivir aquel ambiente. Dawson City, en el Yukón, no tardó en convertirse de nuevo en una de las capitales mundiales del oro. El mineral prácticamente se había extinguido, pero quedaba todo lo demás: las cabañas donde vivieron aquellos hombres y mujeres; los pueblos donde iban a gastarse el dinero que casi nunca tenían; y sobre todo los ríos donde buscaban aquel tesoro que podía cambiar sus vidas y que todavía se permite batear. Hay que recordar que el oro aparece en la naturaleza de formas muy distintas, aunque la más elemental se produce en los ríos. Una realidad que el hombre ha sabido aprovechar desde hace miles de años, a través de una técnica tan sencilla como eficaz, que se conoce como bateo. Se trata de sacar partido de los arrastres que hacen las aguas de las piedras de cuarzo, que en medio de las tormentas y aluviones se rompen, liberando las pepitas de oro que llevan dentro.

Posteriormente estas pepitas son laminadas por los cantos rodados en su peregrinar por los cauces del río, quedando divididas en múltiples y pequeñas partículas, que dado su alto peso específico, van depositándose en los fondos de los saltos de agua, en los remansos de los recodos y en cualquier lugar propicio donde, fuera de las fuertes corrientes, las arenas permitan la filtración de este apreciado mineral."

Esta introducción a la historia del Bateo de Oro Deportivo, se publicó hace unos años en el suplemento digital de viajes del mundo, la entrada completa la puedes ver aquí, firmada por Francisco Infante. Enhorabuena por el artículo tan intersante que recomendamos a todos y que vale la pena leer entero.

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